Tuesday, August 25, 2015

DE AQUEL PRIMER AMOR

(Si se le puede llamar así)

Ni siquiera recuerdo cuándo fue, solo sé que a los 12 años me invadiste la existencia, pero desde entonces me has acompañado por 25 años en ese minúsculo recoveco infantil que guardo en mi ser.
Los oxidados detalles son difusos, casi invisibles, pero la claridad llega con una nitidez exquisita en tres sucesos tan trascendentales como mi existencia.

1. Aquella noche:  Día funesto, terrible, oscuro como las entrañas del abismo, destructor de vida, inmovilizador del alma. 
Ese día leí sin esperarlo, aquel título en la cama del hospital "Cáncer de pulmón" ese era el nombre que se llevaba a mi padre como diluyendo el mar. Con solo 13 años no entendía, era impronunciable. Me quedé flotando en ese muro de dolor, porque la mitad de mi vida era él, mi papá. Y cerrando el cancel donde esperaba con ansias verte pasar cada mañana para olvidar por un momento su enfermedad, llegaste, mágica coincidencia que me rescato como la luna al sol cada noche, no hubo más, me rescataste de una galaxia ennegrecida.

2. El beso: La virginidad de mis labios se terminó contigo, era solo un juego, pero aun saboreo la sensación fluvial, cálida, suave y empapada de magia de aquel primer beso, beso infantil, ingenuo. Escucho aquel lejano eco de nuestros compañeros de juego en cuenta regresiva 7, 6, 5, (!!!!!!no te acabes por favor!!!!!!) 4, 3, 2, 1 y llegó lo inevitable, llegó a su fin como ola que revienta, pero se quedó su espuma, impregnada. Beso que como gota matinal, decoró mi follaje en esas noches oscuras durante la lenta partida de mi padre.

3. El reencuentro: y algún tiempo pasó, y nos volvimos a encontrar, labio a labio, como niños convertidos en adolescentes, pero con la vehemencia que se apilo por años como un extracto en mi esencia, en la tuya, exaltada, robusta y enardecida. Los mismos dos, esos seres que se reconocieron como viejos amigos, que no olvidaron ni dejaron el recuerdo sutil de ese simple, llano, austero y pueril beso, ahora convertido en detonación. Y ahí te quedaste. Hoy ya no estás, pero guardo la sensación como una raíz inquebrantable, porque fuiste  de los recuerdos que no se van a la eternidad, se atoran en el trayecto, y así se quedarán.




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